Luiz Inácio Lula da Silva regresará al poder en Brasil por tercera vez tras vencer a Jair Bolsonaro en el balotaje. Lula, de 77 años, se impuso por 50,9% de los votos frente a 49,1% para Bolsonaro, de 67 años, con el 100% escrutado.
La diferencia en votos entre ambos candidatos es de más de dos millones a favor de Lula, para un total de 156 millones de electores. El total de votantes en estas elecciones fue de 124.252.796.
El mapa electoral se mantuvo casi similar a lo ocurrido en primera vuelta: el único estado en el que cambió el ganador fue en Amapá, donde Lula había ganado en primera vuelta, y ahora Bolsonaro resultó vencedor.
El mapa final muestra una división clara: mientras que el líder de izquierda, arrasó en el nordeste brasileño, Bolsonaro lideró en el suroeste del país.
A pesar de que la diferencia final fue estrecha, hubo varios estados en los que algunos de los dos líderes superó el 70%. Tal es el caso de Roraima, en el que el Partido Liberal obtuvo 76%, o Bahía, donde el Partido de los Trabajadores se quedó con el 72% de los votos.
En San Pablo, el mayor colegio electoral del país, Bolsonaro se impuso con el 55,24% de los votos mientras que Lula obtuvo 44,76%. Asimismo, Bolsonaro también se quedó con la victoria en Río de Janeiro, otro de los estados con más votantes.
Por su parte, en Minas Gerais, que es considerado por los analistas como un estado clave a la hora de ganar, Lula se quedó con la victoria. El líder del Partido de los Trabajadores obtuvo 50,19%, mientras que el líder del Partido Liberal obtuvo 49,81%.
“Fue la victoria más apretada para un segundo turno” en unas elecciones brasileñas, dijo a AFP el politólogo Leandro Consentino, del instituto de investigación Insper de Sao Paulo.
“Brasil va a tener un cambio importante de gobierno, con la mitad de la población descontenta con eso”, resumió. El estallido de júbilo en la emblemática avenida Paulista de Sao Paulo, donde se reunieron miles de votantes de Lula, fue inmediato. “Brasil está volviendo a los carriles tras cuatro años de oscuridad, la población estaba sintiendo miedo y pasando muchos problemas”, dijo a AFP Larissa Meneses, de 34 años.
Bolsonaro ha lanzado mensajes contradictorios sobre si reconocerá los resultados en caso de derrota. El viernes aseguró que lo haría: “El que tenga más votos, gana”.
En la explanada de los Tres Poderes de Brasilia, donde se reunieron cientos de bolsonaristas a esperar los resultados, Ruth da Silva Barbosa, una profesora de 50 años, aseguró que “el pueblo brasileño no va a tragarse una elección falsa como esta”. “Bolsonaro precisa tomar una decisión ahora”, dijo.
La campaña acentuó la polarización en el país, dividido entre un movimiento conservador y aquellos con una visión progresista, acorde con la diversidad social de Brasil.
Lula, que gobernó Brasil de 2003 a 2010, cuenta con el apoyo de los más pobres y de quienes se resintieron de las políticas y exabruptos de Bolsonaro, como los jóvenes, las mujeres y las minorías. Prometió “arreglar el país” impactado todavía por la crisis de la pandemia y sus 688.000 muertos. En su campaña destacó sus logros socioeconómicos, como la salida de la pobreza de más de 30 millones de brasileños gracias a iniciativas sociales financiadas con el ‘boom’ de las materias primas.
En este tercer período no contará con la misma bonanza: si bien la economía da señales de mejoría, con crecimiento, menos inflación y más empleo, está lejos de la prosperidad de los años 2000. Tampoco lo tendrá fácil en el Congreso, donde los conservadores son mayoría.
Lula volvió al ruedo político el año pasado, después de que sus condenas por corrupción fueran anuladas por motivos procesales. Estuvo preso 19 meses salpicado especialmente por el escándalo “Lava Jato” sobre una red de sobornos en la estatal Petrobras.
Bolsonaro, un excapitán del ejército, buscó la reelección defendiendo los valores tradicionales y la reciente mejora de los datos económicos -ralentización de la inflación y caída del desempleo-, al tiempo que siguió insuflando un discurso nacionalista.
Un mensaje especialmente apreciado por el agronegocio y la población evangélica, que representa un tercio del electorado y sigue ampliándose en todo el país.