Cecilia Abonna (59)
¿Cómo te sentiste al escuchar el diagnóstico?
Fui a hacerme una mamografía y cuando iba saliendo me llaman por teléfono para avisarme que al otro día tenía que hacerme una ecografía urgente. Me palpé y fui a controlarme porque me palpé un bulto. En mi cabeza, sabía que era eso. Con la ecografía me dijeron que era cáncer, que era maligno, que fuera al oncólogo. Lloré, me puse triste, se me fue la mente, sentí un montón de sensaciones diferentes. El lunes siguiente me fui al oncólogo para que me atendiera lo más pronto posible. El peor día fue cuando fui a la quimio. Ese fue mi peor momento, cuando entré al hospital, ahí me angustié muchísimo. El lugar era frío, el ambiente, la situación también. Entrás ves a todas las mujeres, en todas las situaciones. Las mujeres que te atienden, por suerte, son divinas y muy agradables. Siempre les agradezco a las enfermeras, personal de quimio y radio y a los médicos del Hospital de la mujer Paulina Luisi, del Pereira Rossell.
¿Qué enseñanza te dejó el cáncer?
Hay que ir al médico. Yo siempre me sentía bien, nunca estuve enferma de nada. Solo me había internado cuando tuve a Sofía y Andrés. Así que la primera enseñanza es que hay que controlarse. En esos meses de quimio, uno llega a la conclusión que había mujeres que no se atendían para nada y quizá lo agarraron tarde. La segunda enseñanza es que no hay que vivir de forma tan acelerada. Tenés que disfrutar de todo, hacerte un tiempo para vos. Eso lo aprendés ahí. Siempre hay tiempo, aunque uno tiende a ir dejando cosas. Hay que hacerse tiempo, disfrutar y compartir. Si querés estar con una amiga, con tus hijos, tus nietos, los llamás. Si un día querés no hacer nada, está bien. Si la casa no está tan limpia, no importa. Nada es tan importante como estar sano. La salud es todo, ¿no?
¿En qué te apoyaste para sobrellevarlo?
Me apoyé en las personas que en ese momento me brindaron todo su amor, me acompañaron, me cuidaron. En mi oncólogo y en mí misma. Hay que tener fe en que uno va a salir. Mi hija estaba embarazada y yo quería ver a mi nieta. Tuve fe en Dios y solo quería estar viva para conocer a Allegra. Es un tratamiento largo, tenés que tratar de llevarte bien con tus médicos porque el camino es largo. El proceso es extenso. Aun cuando estás de alta, tenés que seguir cuidándote, así que hay que apoyarse en los médicos y ser “pacientes”.
¿Qué mensaje le darías a quién cursa la enfermedad?
A cualquier enfermedad hay que ponerle una actitud positiva. A veces pensás por qué te toca a ti, etcétera, pero ya está, hay que ser positiva. Hay que confiar en los médicos, en su tratamiento. Nunca dejás de ser una enferma oncológica, uno se harta, pero es así, hay que convivir con lo que a uno le tocó. El mensaje es que hay que cuidarse, tener un régimen saludable ante la enfermedad y para mí, es fundamental tener ganas de vivir. Y si te llegó el momento, todo te servirá para irte mejor. Hay días muy difíciles, una de las cuestiones más angustiantes fu e ver que compañeras ya no estaban. Uno tiene que dar todo de uno y prepararse espiritualmente, agradecer lo que tuviste y si te toca irte, saber que hiciste todo.