Uruguay dio media vuelta al planeta para volver a la Copa del Mundo en 2002, doce años después de su anterior participación. Y la fiesta que se esperaba terminó rápido y con estrépito, entre resultados adversos y una interna del plantel que resultó muy polémica.
Al otro día de que el equipo celeste lograra la clasificación al Mundial de Japón y Corea, en los medios aparecieron voces reclamando la sustitución del técnico celeste Víctor Púa, pese a que había sido el conductor durante la etapa final de ese largo camino al Lejano Oriente, debido a su supuesta tolerancia frente a hechos de indisciplina en el plantel.
Púa, debe recordarse, reemplazó al excampeón mundial argentino Daniel Passarella, que encabezó un costoso proceso de preparación hasta que en la mitad del recorrido abandonó el cargo por decisión propia.
La clasificación se había alcanzado tras los partidos del repechaje intercontinental frente a los australianos. Dos goles del “Chengue” Richard Morales, luego de la apertura por Darío Silva consiguieron la diferencia de gol necesaria para el muy festejado pasaje, aunque también se produjeron episodios rocambolescos, como las agresiones por algunas personas a la delegación visitante a su llegada al Aeropuerto de Carrasco o la inscripción “Gracias Paco” en el tablero electrónico del Estadio Centenario al final del partido.
Se podría afirmar que Púa, exitoso conductor de seleccionados juveniles, recibió un hierro caliente cuando se fue Passarella, pero no pudo enfriarlo del todo. Así, siguió hasta el Mundial. Y se topó con nuevos problemas.
Por ejemplo, Daniel Fonseca pretendió ser tenido en cuenta luego de varios años ausente y para eso regresó a jugar en Nacional. Sin embargo, le costó ponerse a punto y con la tricolor jugó poco y mal.
Pese a ello y a las críticas, el técnico lo llevó a la gira previa a la Copa del Mundo, que abarcó Estados Unidos y varias naciones asiáticas. Cuando quedaba poco para presentar la lista de jugadores seleccionados, a Fonseca le apareció una ampolla en el pie y eso significó una buena razón para no incluirlo en el plantel definitivo.
Al mismo tiempo, no se explicaba la titularidad de Gustavo Méndez marcando la punta derecha, luego que el titular en la clasificación fuera Washington Tais. Méndez jugó el primer encuentro del Mundial, no rindió y ya no volvió a aparecer.
No fue la única controversia sobre la formación del equipo. Muchos pedían la inclusión del joven Diego Forlán. Y la mayoría consideraba que Fabián O’Neill debía ser titular, pero el isabelino estaba lesionado y su recuperación no llegó a tiempo.
Se aseguraba que para los octavos de final su problema en el tendón de Aquiles podía estar solucionado. Nunca se llegó a esta instancia
Aquella Copa del Mundo fue la única hasta ahora que se disputó en dos países en forma simultánea, la forma que encontró la FIFA para conciliar dos candidaturas potentes y con mucho dinero.
Sin embargo, Uruguay solo jugó en territorio coreano. Por la diferencia horaria, los partidos llegaban por televisión en la madrugada uruguaya, de manera que eran motivo de conversación en las mañanas de oficina.
Más allá de los nombres en el plantel o de los once que salían a la cancha, el seleccionado uruguayo puso todo el empeño posible en el Mundial, pero sus errores lo condenaron a la eliminación luego de apenas tres partidos.
El debut ante Dinamarca, el 1 de junio de 2002 en el estadio de Ulsan terminó con derrota cerca del final, propiciada por errores defensivos. Abrieron la cuenta los daneses, empató Darío Rodríguez con una volea que entró por el ángulo y fue reproducida durante mucho tiempo entre los mejores goles del Mundial. Faltando siete minutos y cuando el partido era parejo, Jon Dahl Tomasson hizo el segundo del seleccionado europeo.
El 6 de junio se jugó ante Francia, campeón del mundo vigente, en la ciudad de Busan. Ese día se contó con una ventaja inesperada, porque el delantero galo Thierry Henry se hizo expulsar casi al principio por una entrada violenta sobre Marcelo Romero. Pero ante diez rivales Uruguay no se atrevió a buscar decididamente el ataque.
Sobre la hora, Álvaro Recoba tuvo el triunfo en sus pies pero su remate se fue desviado, cuando Abreu, mejor ubicado, reclamaba el pase (Francia resultaría eliminada en el encuentro siguiente, sin haber conseguido un solo gol en su participación). Se habló mucho de diferencias internas en el plantel celeste aunque nunca se lo aclaró públicamente. También llamó la atención la frialdad de varios jugadores hacia los hinchas uruguayos que viajaron hasta Corea para alentarlos.
Para seguir en carrera había que vencer a Senegal en el último encuentro, el 11 de junio en Suwon. El primer tiempo concluyó con una derrota parcial de los celestes por 3 a 0, entre nuevos fallos defensivos y desaciertos del árbitro. Ante la inminencia del desastre, por fin Púa se la jugó por cambios ofensivos.
Y para el segundo período aparecieron Richard Morales, el héroe de la clasificación, y por fin Forlán. Morales descontó a los 15 segundos del complemento. La cancha comenzó a volcarse hacia el arco senegalés. A los 68’, un golazo de Forlán puso a la Celeste a tiro y terminó de achicar a los africanos. En los minutos finales se jugó prácticamente frente al arco senegalés. Y ocurrió de todo. El “Chengue” cayó en el área, el juez vio penal y Recoba lo convirtió a los 89’. En los descuentos remató Gustavo Varela, un defensa rechazó en la línea de gol y el rebote le cayó a Morales, quien cabeceó sin darse cuenta que estaba solo frente al arco y mandó la pelota un metro afuera. La televisión mostró cómo el propio técnico hacía el gesto de cabecear desde el banco de suplentes.
Al regresar a Montevideo, Púa se atribuyó la culpa de todo lo sucedido aunque con un tono irónico y en tercera persona. “Quizás Púa se pudo haber equivocado porque no vio el tercer partido antes que el primero”, declaró. Habría que esperar otros ocho antes para que Uruguay volviera un mundial.